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miércoles, 7 de abril de 2021

EE.UU.: El estigma del fracaso

A estas alturas de la vida puede ser que aun existan algunos nostálgicos que recuerden la Pax Americana, impuesta por los EE.UU. al final de la II Guerra Mundial, donde a excepción de los territorios controlados por los rusos (que se quedaron con el Este de Europa) y los chinos (que expulsaron del continente a los nacionalistas del Kuomintang) podían imponer su voluntad en el resto del mundo. Con el derrocamiento de la dictadura comunista y el colapso de la Unión Soviética, así como “el giro a la derecha” de China tras la muerte de Mao, aparecieron algunos despistados ideólogos que profetizaron “el final de la historia” y que el capitalismo - y por ende EE.UU. - había terminado por imponerse en el mundo “para siempre”, pero vaya que se equivocaron y de la forma mas rotunda. El ascenso de la nueva Rusia de Vladimir Putin que volvió a ocupar su puesto de superpotencia mundial, así como del extraordinario crecimiento económico de China - cuya creciente influencia en el planeta no puede ser puesta en duda por nadie - han hecho sonar las alarmas en Washington despertándolos de su sueño y comprobar que su aparente supremacía hace mucho que es cosa del pasado. Con tan poderosos adversarios que tiene al frente, el discapacitado físico y mental de Joe Biden ha intentado desde el mismo momento que llego a la Casa Blanca de agudizar las diferencias con aquellos países, decantándose por avivar los conflictos en todo el planeta, que habían sido dejados de lado por Donald Trump, quien a pesar de sus discursos amenazantes, no paso de ello e incluso quiso hacer las pases con el dictador comunista de Corea del Norte Kim Jong-un - quien con sus misiles nucleares continuamente amenaza al mundo - pero tras su partida, todo ha vuelto a fojas cero en Washington y los halcones que rodean a Biden (que lo manejan como a un títere a su regalado gusto) han retomado la opción militar para enfrentarlo. En lo relativo a China, cuya creciente influencia política como su indudable poderío económico y militar - tanto es así que muchos analistas consideran esta camino a ser la superpotencia del Siglo XXI - ha quitado el sueño a los estadounidenses, y una de las grandes ambiciones de Biden es que hacer para contenerlo, por lo que ha dado a conocer su ambicioso "Plan de empleo estadounidense" en un discurso pronunciado la semana pasada en Pittsburgh, Pensilvania. Un plan necesario pero que se encuentra muy atrasado. Y es que más allá de reparar puentes y carreteras en ruinas, Biden se sentirá decepcionado: el liderazgo de China es demasiado fuerte para superarlo. El plan - de $ 2 billones de dólares - representa la primera fase de una propuesta de dos partes, es el tipo de proyecto de reingeniería social masiva que EE.UU. ha visto antes, en la forma del "New Deal" de Franklin Roosevelt y "Great Society" de Lyndon Johnson. Por mas que el plan aparentemente beneficie a los estadounidenses, y que sea calificado como uno de los "grandes desafíos de nuestro tiempo para hacer frente a las ambiciones de una China autocrática”, con una economía en declive es poco lo que Biden podrá hacer. Además, si bien no se puede debatir la necesidad de una inversión masiva en la infraestructura estadounidense, la idea de que tal programa podría compensar las ventajas estructurales acumuladas por China durante las últimas dos décadas es francamente ridícula. La fase uno del citado plan busca modernizar 20,000 millas de carreteras, caminos y calles principales en ruinas; reparar los diez puentes de mayor importancia económica del país que requieren urgentemente una reconstrucción; y reconstruir unos 10,000 puentes más pequeños. También invertir cientos de miles de millones de dólares en la construcción y modernización del transporte público, ferrocarriles y aeropuertos, como buscar eliminar todas las tuberías de plomo en los sistemas de agua potable del país. Asimismo, reconociendo la importancia de la conectividad a Internet para la sociedad moderna, planea llevar una banda ancha asequible, confiable y de alta velocidad a todos los estadounidenses, incluidos los de las zonas rurales que actualmente carecen de ese acceso. Todo parece fabuloso en el papel, pero lo cierto es que no hay dinero para llevarlo a cabo. En efecto, la historia no contada de este proyecto es el rápido declive de los EE.UU.: en el 2008, ocupaba el puesto número 7 en el mundo, mientras que China era el 47; han pasado doce años, y EE. UU. había caído a la posición 13, mientras que China escaló al 6. Estas cifras deben evaluarse no como cifras estáticas, sino más bien como vinculadas al impacto acumulativo que décadas de inversión o no inversión han tenido en la calidad general de la infraestructura. Es por ello que el anunciado Plan de Empleo Estadounidense de Biden debe verse en el contexto de una infraestructura de un país en ruinas, mientras China, por otro lado, se está construyendo sobre la base del éxito. Como tal, en términos de evaluación competitiva, EE. UU. va en la dirección equivocada e invariablemente necesitará gastar un porcentaje significativo de la inversión planificada para revertir esta tendencia. Mientras tanto, China va en la dirección correcta y cualquier inversión futura acelerará una trayectoria ya positiva. Otra métrica que ilustra la ardua lucha que enfrenta la administración Biden para transformar las mejoras de infraestructura planificadas que se prevén como parte del Plan de Empleo Estadounidense es la reducción del tamaño de la clase media estadounidense. En el 2001, alrededor del 54% de los estadounidenses podrían clasificarse como "clase media"; hoy, ese número se ha reducido a menos del 50% (y esto no tiene en cuenta el impacto de la pandemia del Coronavirus, que probablemente reducirá esta cifra aun más). En comparación, en el 2000, la clase media de China representaba solo el 3% de su población. Para el 2018, este número había aumentado a más de la mitad, lo que representa casi 707 millones de personas. Pero para el 2027, se estima que 1.200 millones de chinos pertenecerán a la clase media, lo que representa nada menos que una cuarta parte del total mundial. Si bien el Plan de empleo estadounidense de Biden puede mejorar las vidas de la clase media estadounidense, la realidad es que, debido al tamaño de su población, China está operando en un alcance y escala que EE.UU. nunca podrá igualar. Un ejemplo de esto es el impacto de la clase media de una nación en su desempeño económico general: en el 2020, el consumo de la clase media en China ascendió a unos 7,3 billones de dólares. En comparación, los consumidores estadounidenses gastaron 4,7 billones de dólares. Como motor económico, la clase media de China superará a su equivalente estadounidense todos los días de la semana. A ello debemos agregar que la cuestión de la capacidad de la infraestructura nacional tiene un impacto periférico en la competitividad económica. Pero el verdadero campo de batalla es el mercado global. En este caso, la ambiciosa "Nueva Ruta de la Seda" de China (Belts and Roads Initiative-BRI), instituida desde el 2013, ha establecido un estándar global que ninguna nación o grupo de naciones se ha acercado a alcanzar. El BRI es una iniciativa de inversión y desarrollo multinacional masiva que se extiende desde Asia hasta Europa, que expande significativamente la influencia económica y política global de China. El BRI es un programa de desarrollo de infraestructura global para el cual ni EE.UU. ni ninguno de sus aliados tienen una respuesta. El 26 de marzo del 2021, Biden llamó al primer ministro británico Boris Johnson, y propuso la idea de unir sus recursos para desarrollar un contraataque "democrático" al BRI "autocrático" de China. ”Sugerí ", dijo Biden a los periodistas luego de la llamada, "que deberíamos tener, esencialmente, una iniciativa similar, partiendo de los estados democráticos, ayudando a las comunidades de todo el mundo que, de hecho, necesitan nuestro apoyo”. Pero aún no hay indicios de cómo respondió Johnson al concepto de Biden. Lo que se sabe es que que China ha gastado alrededor de $ 1.3 billones en programas de desarrollo de infraestructura global a través del BRI para el 2027, conectandola con 65 países en Asia, África del Norte, Medio Oriente y Europa. A través de este desarrollo, China no solo está consumiendo la participación preexistente del mercado estadounidense, sino que también está desarrollando relaciones económicas que definirán el mercado global en el futuro. La realidad es que Beijing tiene una década de ventaja sobre Washington en términos de actividad similar a la BRI, y si bien es una certeza que China continuará expandiendo el alcance y la escala de la BRI, no hay garantía de que Biden pueda hacerlo, poner en marcha un programa similar, y mucho menos financiarlo al nivel necesario como para competir con China. Es fácil deducir por ello que Biden emprenderá un considerable combate en el Congreso para que apoye el financiamiento de su Plan de Empleo Estadounidense, aunque va a ser muy difícil que los republicanos lo apoyen. Pero incluso si Biden pudiera de alguna manera obtener este dinero de un Congreso reticente, la realidad es que EE.UU. le ha dado a China una ventaja de ocho años por lo que va a ser imposible darles alcance. Incluso si los planes de Biden pudieran financiarse en su totalidad, será muy poco y demasiado tarde. Solo una guerra emprendida contra China podría detener su imparable camino a la dominación mundial. ¿Estarán en la Casa Blanca a dar ese arriesgado paso? ¿Y si lo pierden? :(
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