“Luego de pensarlo detenidamente” y siguiendo el ejemplo tomado por los EE.UU. de boicotear los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022 - al cual se han unido también otros países como Canadá, Australia y el Reino Unido - el primer ministro nipón, Fumio Kishida, anuncio que no tiene planes de asistir al evento, “debido a que considera que el Gobierno chino comete abusos de derechos humanos tanto en la región separatista de Uguiristán (Xingjiang) como en Tibet” autoproclamándose hipócritamente como ‘el paladín de la libertad y la democracia’. Lo irónico del asunto, es que esta decisión ha coincidido con el 84 aniversario de las atrocidades japonesas cometidas en Nanking en 1937, un genocidio que todavía hoy afecta profundamente a China. Como recordareis, durante la Masacre de Nanjing, o lo que a veces se conoce como 'La Violación de Nanjing', se estima que los invasores japoneses mataron a más de 200.000 civiles chinos de la forma más cruel y salvaje. Este monstruoso crimen tuvo lugar durante la Segunda Guerra Sino-Japonesa, en la que Japón buscó conquistar y ocupar toda China. Cualquiera con un conocimiento elemental de la historia, debe saber que esa masacre es el evento más sensible y traumático para China en los tiempos modernos, sobre todo porque, a pesar de las décadas transcurridas, Japón no ha expiado ni se ha disculpado debidamente por sus atrocidades, por lo cual no tiene ninguna autoridad moral para criticar a China en sus asuntos internos. A pesar de esto, en el más sombrío de los aniversarios, Japón decidió unirse al boicot diplomático de los Juegos Olímpicos de Invierno del próximo año en Beijing, siguiendo los pasos de los EE.UU. Esto es una bofetada para China en múltiples niveles, entre otras cosas porque Beijing brindó un apoyo crucial a Tokio durante los Juegos Olímpicos de este verano. El hecho de que Japón a pesar de su negro pasado y tener las manos manchadas de sangre pretenda dar lecciones de moral a China en materia de derechos humanos es considerado indigno, insensible y arrogante a raíz de un recuerdo tan horrible como el genocidio ocurrido en Nanjing. Lamentablemente, hay quienes dicen a modo de excusa: "Era 1937”. La lógica de ese ridículo 'argumento' refleja un tema familiar en el pensamiento anglófono: que los delitos ‘menores’ cometidos en su nombre en el pasado simplemente ya no importan. La respuesta obvia es la siguiente: si China hubiera cometido ese acto hace mucho tiempo, ¿sería tratado ahora de la misma manera que Japón? ¿Se olvidarían sus fechorías? Absolutamente no. Parece haber una falacia lógica en juego aquí: que el paso del tiempo es de alguna manera igual a la liberación de la justicia, porque algunos países se encuentran entre los 'justos'. Sin embargo, si aplicamos esa lógica a, digamos, a los crímenes del stalinismo y sus gulags (campos de la muerte), sería ampliamente, y con razón, condenado como escandaloso. ¿El tiempo deshace la gravedad de la atrocidad? Claro que no. Entonces, ¿por qué simplemente se le debería pedir a China que se ‘olvide’ de Nanjing, cuando Japón nunca ha tenido que enfrentar realmente ningún tipo de ajuste de cuentas por los aberrantes crímenes que cometió? .Cuando Japón se rindió a los EE.UU. en 1945, el régimen imperial existente simplemente se reincorporó a un nuevo sistema. El hecho de que Washington tuviera jurisdicción exclusiva sobre Tokio, no tuvo que negociar con la Unión Soviética como lo hizo con Alemania y buscó transformarla de inmediato en un activo estratégico para complementar el dominio estadounidense en Asia, explica por qué Japón obtuvo en gran medida una ventaja, el pase libre a su barbarie cometidos en tiempos de guerra. Y debido a eso, las heridas que los japoneses infligieron a Asia no han podido sanar. Ya sea en Corea o en China, el sentimiento es el mismo. Si bien, en la práctica, Japón y China han aprendido a convivir (el comercio entre Tokio y Beijing, por ejemplo, es enorme), la experiencia traumática de eventos como Nanjing ha dejado una marca indeleble en la identidad nacional contemporánea de China. El Partido Comunista se enorgullece de haber participado en la lucha antijaponesa y haber restaurado la soberanía de la nación en el contexto de un siglo de agresión extranjera, durante el cual la Masacre de Nanjing fue la atrocidad más espantosa cometida en suelo chino. Las cicatrices son tan profundas que el aniversario de Nanjing se ha convertido en una época de duelo nacional colectivo en toda China. Cada vez que fallece un anciano sobreviviente del evento, los medios lo informan ampliamente. Que Japón ignore esto y pretenda ejercer una autoridad moral sobre China es, por defecto, un insulto explícito a todos y cada uno de los chinos. Se ve como la ilustración perfecta de la falta de remordimiento y sensibilidad de Japón por su legado imperial, que ha envuelto en su relación con los EE.UU. que salvo el cuello a Hirohito impidiendo que termine en la horca. No obstante, con el espectacular ascenso económico, tecnológico y militar de China, muchas personas tienen la esperanza de que el cambio en el equilibrio de poder mundial signifique que el día de ajuste de cuentas de Japón no estará muy lejos. Mientras en décadas pasadas, este era un gigante económico, ahora la economía de China es tres veces su tamaño. Y el abismo se ensancha cada año que pasa. Para fines del 2021, se predice que el PIB de China habrá crecido un 8%, mientras que el de Japón se habrá contraído un 3%. En el 2020, China creció un 2,1%, mientras que Japón cayó un 4,59%. Esta trayectoria económica deja en claro por qué, sobre la base de experiencias históricas tan brutales, China está tan orgullosa de sus logros y por qué, por otro lado, Tokio, en última instancia, teme a Beijing ya que los chinos no olvidan y de estallar una conflagración, nadie podrá salvar esta vez a los japoneses :)