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miércoles, 5 de abril de 2023

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS: ¿Mito o historia?

Convertido en uno de los misterios más grandes de la humanidad ¿Cómo podemos tener la certeza que Jesucristo realmente murió y resucitó? El Apóstol Pablo respondió enfáticamente en 1 Corintios 15:14-19 diciendo, si Cristo no se levantó físicamente de la tumba, entonces el cristianismo es falso, seguimos en nuestros pecados y no hay esperanza más allá de la tumba. Sin embargo, si Jesús murió y se levantó físicamente de los muertos, entonces el cristianismo es verdadero, nuestros pecados son perdonados y hay esperanza para el Cielo. ¿Cuál es la verdad? De acuerdo con la Biblia, tenemos pruebas convincentes de que Jesús realmente murió en la cruz y que se levantó físicamente de los muertos a los tres días. La Biblia establece claramente que fue crucificado por Poncio Pilato debido a las presiones de los judíos, quienes se condenaron a si mismos a ser un pueblo maldito por los siglos de los siglos, al afirmar diabólicamente “que su sangre caiga sobre nosotros y nuestros hijos” (Mt 27,25) exigiendo a viva voz su muerte. Otras fuentes extrabiblicas lo confirman. Es por ello que debemos considerar toda la evidencia acumulada: La naturaleza y la magnitud de las heridas de Jesús aseguraron su muerte. Fue golpeado y azotado muchas veces. Perdió una gran cantidad de sangre por las heridas en sus manos y pies al estar colgado en la cruz por más de seis horas, desde las 9 de la mañana hasta poco antes de la puesta de sol. Aquéllos que estuvieron junto a la cruz, escucharon su grito de muerte. Lucas 23:46 dice “Entonces Jesús exclamó con fuerza: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, expiró”. Los centuriones romanos le declararon muerto. Estaban tan convencidos de ello que no le quebraron las piernas para acelerar su muerte (Juan 19:33). Asimismo, el atravesar el costado de Jesús con una lanza es otra prueba de su muerte física aún antes de la perforación (Juan 19:34). La Biblia registra que sangre y agua brotaron del costado de Jesús, lo cual médicamente comprueba la muerte de una persona. Pilato se aseguró de que Jesús estaba muerto antes de entregarle el cuerpo a José de Arimatea para ser sepultado. “Llamó al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Una vez informado por el centurión, le entregó el cuerpo a José” (Marcos 15:44-45). El cuerpo de Jesús fue envuelto en casi 35 kilos de tela y especias y colocado en una tumba sellada durante tres días (Juan 19:39-40, Mateo 27:60). Si Jesús no hubiese expirado para ese entonces, y claramente lo estaba, hubiese muerto en la tumba por la falta de comida, agua y atención médica. Asimismo, los primeros escritores cristianos confirmaron su muerte en la cruz por crucifixión. Policarpo, un discípulo del apóstol Juan, habló de “nuestro Señor Jesucristo, que por nuestros pecados sufrió hasta la muerte”. Justino Mártir resaltó en su diálogo con Trifón el judío, que los judíos de su tiempo afirmaron que “Jesús [fue] el impostor galileo a quien crucificamos”. Flavio Josefo, el historiador judío de los tiempos de Cristo también confirmó su muerte. Escribió: “Pilato, por la ‘sugerencia’ de los hombres más prominentes entre nosotros, lo condenó a la cruz”. El Talmud Judío dice “En la víspera de la Pascua, colgaron a Yeshu (de Nazaret). No encontraron nada a su favor y lo colgaron en la víspera de la Pascua” Asimismo, Tácito el historiador romano, lo confirmó: “Un hombre sabio, conocido como Jesús … fue condenado a morir por Pilato”. Pero, ¿podemos confiar en los registros que nos muestran estos hechos? La respuesta, por muchas razones, es sí. En primer lugar, los registros son bíblicos y no bíblicos, escritos por creyentes y no creyentes. De los registros bíblicos, existen 5,700 manuscritos del Nuevo Testamento, los primeros con sólo una generación entre ellos y el texto original. La mayoría de los libros del mundo antiguo sólo cuentan con 10 o 20 manuscritos, separados de los originales por un promedio de 1000 años. Además, tenemos al menos ocho escritores de los 27 libros del Nuevo Testamento. A diferencia de los demás eventos de la antigüedad que sólo cuentan con uno o dos escritores. Aún los críticos admiten que los escritores del Nuevo Testamento fueron testigos oculares y contemporáneos de los eventos narrados. Más allá de esto, el célebre experto británico en manuscritos, Sir Frederic Kenyon afirma que “El último fundamento de la duda sobre el deterioro sustancial de las Escrituras originales ha sido eliminado. Tanto la autenticidad como la integridad total de los libros del Nuevo Testamento han sido establecidas” (The Bible and Archæology). Aunque existen quienes dudan que Jesús de Nazaret una vez muerto, volviera a vivir al tercer día ¿Cuál es entonces la evidencia de la resurrección física de Cristo? Nuevamente ésta es contundente. Primero, la tumba vigilada y sellada por los romanos fue encontrada vacía a los pocos días. El mismo cuerpo que fue puesto en la tumba fue el que salió en vida ante el terror de quienes custodiaban el sepulcro (Mateo 28:6). Segundo, el mismo cuerpo que fue puesto ahí, con las cicatrices de la crucifixión y todo lo demás, apareció durante 40 días a más de 500 personas en 12 ocasiones diferentes. Durante dichas apariciones, Jesús probó haber resucitado en el mismo cuerpo físico y crucificado, al revelarse en carne y hueso, mostrando las cicatrices de su crucifixión e invitando a Tomás a tocar sus heridas. Se nos habla de cuatro ocasiones en las que ingirió alimento físico tras la resurrección. María y las otras mujeres lo tocaron. Fue observado a simple vista y escuchado por cualquier oído. Estuvo enseñando a sus discípulos durante 40 días e hizo milagros en presencia suya. “Luego de esto, los apóstoles vieron cómo Jesús era llevado al cielo, hasta que una nube lo cubrió y ya no volvieron a verlo” (Hechos 1:9-11). No hay otra forma en la que Jesús hubiese podido comprobar que resucitó con el mismo cuerpo que fue crucificado y colocado en la tumba. Mucha gente conocía el lugar de su sepulcro. Los Evangelios de Mateo, Marcos y Juan registran la ubicación exacta, donde hoy se levanta la Iglesia del Santo Sepulcro. Fuentes romanas y judías, testifican que la tumba fue encontrada vacía al tercer día de la crucifixión de Jesús. Mateo 28:12-13 específicamente declara que los principales sacerdotes inventaron la historia de que los discípulos robaron el cuerpo, algo imposible porque el mismo sepulcro estaba custodiado por soldados romanos. No hubiera sido necesario inventar tal cosa a menos que la tumba hubiese estado vacía. Y la predicación de los apóstoles no habría perdurado si la tumba no hubiera estado vacía porque, sin duda las autoridades judías hubiesen puesto fin al cristianismo al mostrar el cuerpo de Jesús. También los cristianos constatan que durante su juicio, los discípulos de Jesucristo huyeron (Mc 14,50) y consideraron perdida su causa (Lc 24,19-21). Sin embargo, a los pocos días y repentinamente, ellos regresaron a Jerusalén y empezaron a predicar que Jesús era el Mesías y que había resucitado de la muerte. Los discípulos sabían que este mensaje les acarrearía una vida de sufrimientos e incluso la muerte. Diez de los once apóstoles restantes, tras la muerte de Judas, fueron martirizados por creer que Jesús había resucitado de los muertos. ¿Por qué sufrirían todo esto si no fuera cierto? Y ¿por qué miles de personas en Jerusalén abandonaron las doctrinas y prácticas de su fe y se unieron a los discípulos como seguidores de Jesús? Ellos lo vieron y creyeron. ¿Cuáles son las implicaciones de la resurrección de Jesucristo? En las propias palabras de Jesús, “porque yo vivo, también ustedes vivirán” (Juan 14:19). Como lo dijo el apóstol Pablo, “Cristo Jesús nuestro Salvador, que destruyó el poder de la muerte y que, por el evangelio, sacó a la luz la vida inmortal” (2 Timoteo 1:10). Si el hijo de Dios, sin pecado alguno, no hubiese vencido a la muerte, entonces nosotros no tendríamos esperanza alguna. Pero lo hizo. Jesús añadió “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás” (Juan 11:25-26) El mismo dijo: “Yo voy a preparar un lugar (…) para que estén siempre conmigo” (Juan 14:2–3). Por eso, al celebrar Semana Santa, recordemos en estas fechas que Jesús murió por nuestros pecados, que su tumba está vacía ya que resucitó de entre los muertos, ascendió a los cielos y pronto volverá.
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