En un mundo cada vez más inestable, es condenable que de una forma por lo demás demencial existan en Occidente gobiernos que pretendan iniciar nuevos conflictos en el mundo avivando tensiones en regiones separatistas, buscando desestabilizar a los países que los padecen para obligarlos a alinearse con ellos en su campaña contra Rusia y China. Es el caso de Canadá, cuyo impresentable Primer Ministro Pierre Trudeau - quien incentivado sin duda por los EE.UU. - alienta irresponsablemente a grupos terroristas sijs en el norte de la India, para obligar a ese país a que se aleje de la órbita de Moscú. En efecto, las relaciones entre Ottawa y Nueva Delhi se han hundido a su nivel más bajo en años, en un momento en que ambos países se acusan mutuamente y expulsan a diplomáticos del otro por el homicidio del líder separatista sij Hardeep Singh Nijjar. Los expertos dicen que está por verse si ello provocará un distanciamiento duradero entre las dos naciones, pero de esta forma busca que l India sea también ‘un contrapeso’ a las acciones de China en la región (buscando desbaratar a como de lugar su iniciativa geopolítica y económica denominada La Ruta de la Seda) y se una asimismo a la guerra contra Rusia que la OTAN libra en Ucrania. Como recordareis, hace cinco años, el primer ministro canadiense Justin Trudeau captó los encabezados en India por acoger hipócritamente la cultura del país durante un viaje de una semana con su familia. Se puso una serie de coloridos y relucientes trajes indios tradicionales, visitó monumentos e incluso recibió un característico abrazo fuerte de parte del Primer Ministro Narendra Modi, en un indicio de que “su relación marchaba viento en popa”… pero todo fue un engaño meticulosamente preparado. No es de extrañar ahora que esos días se han ido para siempre luego de que a Trudeau se le cayó la careta y dijo que su gobierno investiga “denuncias creíbles” de que el gobierno indio podría haber estado vinculado con el asesinato en junio de Nijjar - un canadiense nacido en India que abogaba por la independencia de la población sij - a manos de hombres enmascarados en la provincia de Columbia Británica. Nueva Delhi rechazó dicha suposición inmediatamente, calificándola de absurda, y acusó a los diplomáticos canadienses de interferir en sus asuntos internos. Desde hace tiempo, las ansiedades del gobierno indio en torno a la presencia de grupos separatistas sij en Canadá han generado tensiones en la relación, pero ambos países habían mantenido sólidos vínculos en el comercio y la defensa, y según Ottawa “compartían intereses estratégicos en torno a las ambiciones globales de China”. Pero en la cumbre del Grupo de los 20 - de la que India fue anfitrión el pasado mes - surgieron indicios de un distanciamiento diplomático bilateral. Trudeau no acudió a la cena oficial para los gobernantes de los países del G20, y reportes de medios locales indicaron que recibió un desaire cuando le asignaron una rápida reunión informal con Modi, en lugar de una reunión bilateral entre ambos gobernantes. Modi se dijo preocupado de que el gobierno de Canadá se comporta en forma blanda con los separatistas sijs, según un comunicado indio difundido en ese momento. La incomodidad para Trudeau fue aún mayor cuando su avión presentó un problema, lo que lo obligó a permanecer en Nueva Delhi unas 36 horas más de lo planeado. Trudeau dio a conocer posteriormente a modo de excusa “una probable razón del enfriamiento en las relaciones”, al señalar que confrontó al primer ministro indio en la cumbre cuando le expuso las sospechas de Canadá con respecto al asesinato del líder sij. Sin embargo, Ottawa no ha proporcionado ninguna evidencia de que el gobierno indio haya estado involucrado en el homicidio de Nijjar, de 45 años. De todas formas, desde hace años India ha acusado a Canadá de darles rienda suelta a los separatistas sijs, incluido Nijjar, que era un líder de lo que queda de un movimiento antiguamente sólido para crear una patria sij independiente, conocida como Khalistán. Aunque la actividad terrorista concluyó hace décadas, el gobierno de Modi ha advertido que separatistas sijs intentaban organizar un resurgimiento, y presionó a países como Canadá - donde los sijs forman más del 2% de la población - a que hagan más para detenerlos. En junio, India convocó al diplomático canadiense de mayor rango en el país para quejarse por un carro alegórico de un desfile en un pequeño pueblo de Canadá. El vehículo conmemoraba el asesinato de la primera ministra india Indira Gandhi en el momento más álgido de la insurgencia sij. A fines del 2020 hizo lo propio para quejarse luego de que Trudeau efectuó comentarios de solidaridad con respecto a protestas de “agricultores” del estado Punyab, donde los sijs son mayoría. El asunto nunca había sido predominante en los vínculos entre ambos países, pero algunos expertos dicen que eso ha cambiado. “ A partir de ahora van a tener dificultades para hallar vías de salida diplomáticas tras los eventos de los últimos días”, admitió Michael Kugelman, director del Instituto del Sur de Asia en el Centro Wilson. Las tensiones fomentadas por Ottawa provocaron que Canadá detuviera recientemente las conversaciones con India sobre un nuevo tratado comercial, un indicio de que su “relación no es tan resistente y a toda prueba como a muchos les gustaría que fuera”, agregó Kugelman. Los dos países son socios comerciales con un volumen relativamente menor de intercambios, pero los que lo proponían habían alegado que un acuerdo comercial podría incrementar los empleos y el PIB para ambos. Los alegatos también podrían lastimar el creciente poder de persuasión de Modi en Occidente, señaló Kugelman, pero las relaciones exteriores no necesariamente se guían por los valores y la ética. “No vamos a ver a las democracias occidentales intentar retirar a India de sus cálculos estratégicos, especialmente en lo que respecta para contrarrestar a China. Las convergencias estratégicas son demasiado fuertes”, añadió. Occidente ha procurado alejar a India de Rusia, su aliado de la Guerra Fría, en especial desde que empezó la guerra en Ucrania, como parte de sus desesperados intentos por aislar a Moscú, fracasando en su intento. Como podéis imaginar, aliados canadienses como Gran Bretaña y EE.UU. han expresado “su preocupación” por el homicidio, y si bien se han abstenido abiertamente de comentar acerca del papel desempeñado por India, por lo bajo apoyan tanto a su socio de la OTAN para que continúe en su línea confrontacional, como a los separatistas sijs, a quienes están dispuestos a financiarlos para obligar a Modi a ceder. A los pocos días, la ministra de Relaciones Exteriores de Australia, Penny Wong, dijo que las denuncias de Canadá eran “preocupantes”, y que Canberra estaba monitoreando los acontecimientos y había planteado el asunto ante India. Algunos expertos indios dijeron que la respuesta de confrontación por parte de Modi a las acusaciones refleja un patrón de darle mucho bombo a las amenazas separatistas con el fin de consolidar su base nacionalista hindú. “Carece de precedentes, pero no es del todo inesperado, debido a la forma en que este gobierno ha hecho que su política exterior sea rehén de su política interna”, dijo Sushant Singh, investigador sénior del Centro de Investigación de Políticas en India. Modi ha procurado presentar a India como una potencia global en ascenso, experta en manejar los vínculos con los países en desarrollo y Rusia por un lado, y Occidente por el otro. Singh dijo que el incidente “pondrá a India bajo presión, y tendrá que dedicar una gran cantidad de energía a contener estas consecuencias” asevero. Al respecto, diversos sitios noticiosos y canales de televisión indios publicaron encabezados como los siguientes: “India destroza la gran ofensiva de Canadá”, o se refirieron a la “respuesta despiadada” de Nueva Delhi a Ottawa. En tanto, usuarios de redes sociales criticaron a Trudeau, alegando que no se toma en serio las preocupaciones de India sobre el separatismo sij. Algunos comentaristas indios también se han mostrado escépticos en torno a las denuncias, diciendo que Trudeau no ofreció pruebas contundentes, e insinuaron que intentaba granjearse a los electores sijs con el fin de obtener réditos políticos. A su vez, el analista geopolítico indio Abhijit Chavda dijo que Canadá conscientemente, brinda refugio a los separatistas de Khalistan que están llevando a cabo una campaña secesionista contra la India desde el extranjero y motivando a los sijs de Punjab a unirse a las filas militantes. El movimiento Khalistan declaró a Punjab, un estado indio fronterizo con Pakistán, "patria sikh" en 1930, y desde entonces ha librado un movimiento insurgente contra Nueva Delhi. En las décadas de 1970 y 1980, los insurgentes armados de Khalistan recibieron armas y entrenamiento de Pakistán, similar a los muyahidines de Afganistán, y disfrutaron del respaldo occidental. El movimiento secesionista fue utilizado por EE.UU. y sus aliados de la OTAN para balcanizar a la India, que en ese momento era aliada de la Unión Soviética. En la década de 1980, cuando el gobierno indio comenzó a tomar medidas enérgicas contra Khalistan, muchos de sus miembros encontraron refugio principalmente en cinco países anglófonos: EE.UU., Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. “En 1985, los militantes de Khalistan hicieron estallar un Boeing 747 de Air India que volaba de Canadá a la India; Las 329 personas que iban a bordo murieron y muchos de ellos eran ciudadanos canadienses. Pero Canadá todavía no aprendió la lección y continúa apoyando a esta gente", subrayo. “Por ello no deberíamos dejarnos engañar por el giro proindio adoptado por la administración Biden. Durante la Guerra Fría, el entonces presidente Richard Nixon cortejó a China para enfrentarla a la URSS y la India. Ahora que Washington considera a China como un desafío geopolítico, el establishment de la política exterior estadounidense está tratando de utilizar a la India como herramienta contra China y Rusia. Pero eso no es todo, ya que Washington quiere socavar también a India en este gran juego de poder”, según el analista indio. "De momento EE,UU, quiere que India haga contrapeso a China. Pero la India también es algo que les preocupa a largo plazo. Es la trampa de Tucídides. No quieren que surja un nuevo competidor. India tiene todas las características, reúne todos los requisitos cuando se trata de ser un gran potencia a largo plazo. Tiene el dividendo demográfico, tiene una población más joven, tiene una población muy dinámica. Tiene todo lo que se pueda imaginar. La economía está yendo bien. Está creciendo. Se proyecta que seguirá creciendo a un ritmo muy saludable durante los próximos 10 a 20 años, a menos que haya una gran catástrofe, una guerra o algo así. Entonces, en los próximos 20 años, si la India continúa por el mismo camino que ahora, podría convertirse en la próxima China."Así que, a largo plazo, India es un problema para EE.UU.. Pero por ahora la necesitan contra China. Así que tienen una especie de estrategia de equilibrio. Por un lado, apoyarán a India cuando se trate de sus intereses contra China, pero también se opondrán a la India de diversas maneras. Crearán problemas para la India, en su Lejano Oriente, en el noreste, en Manipur y todo eso. Apoyaron la insurgencia terrorista de Cachemira durante mucho tiempo. Apoyan a Pakistán contra la India. El movimiento Khalistan está ahí", continuó Chavda. Hay más en el caso de Hardeep Singh Nijjar de lo que parece, subrayó el analista geopolítico indio. Según él, tanto los servicios de inteligencia canadienses como estadounidenses sabían muy bien que Nijjar era un líder insurgente. Según la prensa estadounidense, los servicios de inteligencia estadounidenses proporcionaron a sus homólogos canadienses información que ayudó a Canadá a "concluir" que la India "había estado involucrada". Por su parte, los servicios secretos canadienses interceptarían comunicaciones irrefutables entre diplomáticos indios en Canadá que indican su "participación en el complot", según funcionarios citados por los medios estadounidenses. Un alto diplomático estadounidense en Canadá confirmó que había "inteligencia compartida entre los socios de Five Eyes" sobre el asunto. ¿Podrá la India hacer frente a esta amenaza a su integridad territorial orquestada desde el exterior?