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miércoles, 11 de octubre de 2023

THE EXORCIST/ BELIEVER (2023): El peso del pasado no es suficiente

Como sabéis, The Exorcist (El Exorcista) de William Friedkin marcó un punto de inflexión en el cine de terror, que en 1973 consiguió traumatizar a medio mundo con una historia que daba miedo porque llevaba implícito el mensaje de que cualquiera podría ser víctima de una posesión demoniaca y porque ofrecía unos efectos especiales inéditos hasta entonces. Además, conectaba directamente con las creencias y miedos más profundos de una parte importante de la sociedad. Han pasado 50 años desde entonces, y David Gordon Green, el mismo que resucitó con éxito en el 2018 la saga Halloween, se enfrenta al enorme reto de una secuela titulada The Exorcist: Believer (El Exorcista: Creyente) que por un lado debe conectar con la para muchos es la mejor película de terror de la historia y por otro, apartarse lo suficiente para dotar al proyecto de personalidad propia. Y aunque en una primera buena hora da la sensación de que la cinta se mueve por unos códigos parecidos, a medida que se avanza en la historia y se llega el exorcismo se diluye esa sensación para convertirse en una cinta más de posesiones. Gordon Green construye una buena trama alrededor del personaje principal. Al igual que The Exorcist, conecta el presente con fuerzas sobrenaturales exteriores al cristianismo, esta vez Haití y la santería entrar a formar parte de la ecuación. Con paciencia y el buen hacer de Leslie Odom Jr., construye un mosaico en el que ofrece al espectador todos los datos necesarios para comprender el drama que sufre su familia y las motivaciones que impulsan a los personajes. En esta primera parte hay momentos de tensión, una atmósfera opresiva e inquietante y algún que otro susto gracias a los trucos de cámara. Green vuelve a demostrar que conoce bien los códigos del género. No hay nada realmente aterrador, pero sí un presentimiento de que el mal está ahí, y ello se logra gracias a pequeños detalles que no encajan y a que nuestra memoria relaciona situaciones presentes con las ya vividas en The Exorcist de 1973. Si en el film original la posesión recae sobre una adolescente, Regan MacNeil (Linda Blair), aquí se repite la fórmula por partida doble, el problema es que la importancia de los personajes y sus familias es asimétrica. Mientras que en el caso de Tanner y Angela todo resulta creíble, la parte que corresponde a Katherine (la otra niña poseída) tiene poco interés y la trama empieza a hacer aguas por aquí. La historia se mueve en los cánones del género: presentación, posesión, tratamiento médico que no conduce a nada y el ritual del exorcismo. Este debería ser el punto álgido de la película y en esta ocasión se desinfla por varias razones: la primera es que el intento de transmitir que los demonios son parte común a todas las culturas se salda con una amalgama de hechiceros y pastores que no termina de funcionar. La segunda es que se quiera o no el concepto de pecado, del infierno y del demonio son en Occidente consustanciales a la iglesia católica y su peso en esta ocasión es casi irrelevante. Tampoco ayuda el continuo mantra de no hablar con el demonio, los diálogos en la original eran decisivos para crear una tensión dramática y ver el combate como una lucha de intelectos más allá de las oraciones y los ritos con símbolos sagrados, que, por cierto, en esta ocasión pierden su eficacia en aras de otras armas más espirituales. Por último, los efectos especiales tampoco crean un clímax apropiado, todo lo que sale en la película ya lo hemos visto con anterioridad así que nada causa una impresión aterradora como ocurrió en su día con la cinta de Friedkin. Es más, queda la sensación de que se han quedado cortos en las manifestaciones demoniacas. Los 400 millones gastados en hacerse con los derechos de explotación de la saga, de la que están previstas dos entregas más, parecen haber lastrado este apartado. El último giro argumental, la presencia homenaje de la nonagenaria Ellen Burstyn (la madre de Regan en la película de 1973), un esperado cameo final y el buen oficio de Green dejan una mejor sensación general, aunque también la idea de que había más mimbres para hacer una mejor película. Como reproche el poco uso que hace de ‘Tubular Bells’ cuyas notas siguen erizando la piel del espectador luego de 50 años. En conclusión, ‘The Exorcist: Believer’ resulta una película entretenida, que funciona en algunos momentos mejor como drama familiar que como experiencia terrorífica, aunque algún susto sí provoca. En ningún momento consigue aproximarse a la tensión y a la angustia que alcanzó la obra de Friedkin y el intentar extender el exorcismo a otras formas de espiritualidad le ha restado parte de su magia. A destacar el notable trabajo de Leslie Odom Jr que consigue hacer creíble un personaje en el que era bastante fácil sobreactuar. No se trata de una mala película, tampoco sobresaliente, su problema es que las comparaciones en este caso con la cinta original son inevitables y en esa balanza el peso está muy desequilibrado. Por cierto, la segunda entrega de la saga, 'The Exorcist: Deceiver', está fechada para el 18 de abril del 2025, desconociéndose por el momento cuándo podremos ver la tercera. En todo caso, no cabe duda que el demonio seguirá haciendo de las suyas.
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