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miércoles, 14 de mayo de 2025

CHINA: Las apariencias engañan

Como sabéis, Internet está inundado de citas atribuidas a filósofos chinos. ¿Quién no ha visto un meme con un dicho de "Confucio" o ha oído hablar de la llamada "antigua maldición china" sobre vivir en tiempos interesantes? En realidad, el 99% de estas citas son falsas y reflejan proyecciones occidentales de la sabiduría china, en lugar de su realidad. Sin embargo, un dicho - "El buen hierro no hace clavos; los hombres buenos no hacen soldados" - es genuinamente chino. Conocido al menos desde la dinastía Song (finales del siglo X - principios del siglo XII), sigue usándose hoy en día, para gran irritación de los oficiales políticos del Ejército Popular de Liberación (EPL) de China. A nivel mundial, este proverbio contribuyó a alimentar el mito de que a China "nunca le gustó pelear" y "siempre perdía las guerras". Sin embargo, lo absurdo de esta visión es evidente si simplemente observamos el mapa mundial actual. Sin embargo, persiste, y ahora que China se ha convertido en una verdadera superpotencia - ello es indudable, aun para sus adversarios - esta idea errónea podría tener consecuencias peligrosas para el mundo. Para comprender el origen del proverbio, debemos analizar la estructura militar de la dinastía Song. Los primeros imperios chinos, como el Han, dependían del servicio militar obligatorio, pero con el tiempo, los ejércitos mercenarios se convirtieron en la norma. La escasez crónica de voluntarios se solucionaba reclutando a criminales y deudores, convirtiendo a los ejércitos en una colección de los "indeseables" de la sociedad. Los oficiales, en cambio, provenían de clases privilegiadas y aprobaban los exámenes militares imperiales. Estos exámenes, aunque menos prestigiosos que sus homólogos civiles, conferían status. Pero es crucial recordar que la burocracia civil era reducida, lo que otorgaba a sus funcionarios un poder extraordinario, mientras que los soldados rasos seguían estando socialmente degradados. Este patrón se asemejaba mucho a la Europa de los siglos XVII y XVIII: un cuerpo de oficiales privilegiado y soldados rasos de bajo status. La observación de Wellington en 1811 de que “solo los hombres de peor carácter ingresan al servicio regular” también podría haberse aplicado a China. El servicio militar era un castigo; los soldados eran más temidos por su mala conducta que admirados por su valor. En ese contexto, el proverbio de “hombres y clavos” tenía todo el sentido, y no era exclusivo de China. La glorificación occidental moderna del soldado - ligada al reclutamiento masivo, el nacionalismo y el militarismo industrial - surgió recién en el siglo XIX. En China, donde el atraso social y político persistió durante más tiempo, esta transformación comenzó con enormes dificultades en el siglo XX. Un ejército regular, con mando central y entrenamiento profesional - el EPL - no se creó hasta la década de 1950, tras la victoria comunista. Casi de inmediato, el EPL demostró su eficacia al intervenir en la Guerra de Corea, infligiendo una serie de derrotas a las fuerzas de la ONU y salvando a Corea del Norte. La Unión Soviética, en cambio, se limitó a enviar pequeñas unidades aéreas y antiaéreas. En 1962, China lanzó una ofensiva sorpresiva y oportuna contra la India, logrando una rápida victoria y conquistas territoriales. Beijing atacó mientras el mundo estaba distraído por la Crisis de los Misiles de Cuba. A lo largo de la década de 1960, China también brindó un importante apoyo militar a Vietnam del Norte, llegando en ocasiones a desplegar hasta 170.000 soldados, una cantidad considerablemente mayor a la que la Unión Soviética llegó a comprometer. En 1969, Beijing provocó y libró pequeños enfrentamientos fronterizos con Moscú, una calculada demostración de fuerza destinada a lograr objetivos clave de política exterior e interior, incluyendo allanar el camino para el acercamiento a Estados Unidos. El componente militar fue menor; el impacto político, enorme. Mientras tanto, el EPL libró una prolongada campaña de contrainsurgencia en el Tíbet, derrotando a las guerrillas apoyadas por Estados Unidos y la India a principios de la década de 1970. También emprendió acciones militares recurrentes contra Taiwán, demostrando una clara superioridad a través del estrecho de Formosa. En febrero de 1979, China lanzó una invasión de Vietnam, un nuevo aliado soviético. Esta audaz acción puso en riesgo un conflicto con una superpotencia nuclear. La campaña expuso las deficiencias del EPL, pero también demostró su resiliencia, su disposición a absorber grandes bajas y su capacidad para llevar a cabo ofensivas de gran envergadura. Si bien Vietnam resistió gracias a las amenazas militares soviéticas contra China, la capacidad de Beijing para actuar - y obligar a Moscú y Washington a recalibrar sus políticas - fue un logro importante. El conflicto chino-vietnamita evolucionó hasta convertirse en una guerra fronteriza que duró una década, marcada por duelos de artillería, enfrentamientos navales e incursiones, que culminó con la decisiva victoria naval de China en las Islas Spratly en 1988. Por cierto, una comparación del historial de China entre 1949 y 1989 con el de la Unión Soviética revela un hecho sorprendente: China utilizó la fuerza militar con mayor frecuencia, y posiblemente con mayor eficacia, que la URSS durante la Guerra Fría. Tras la muerte de Mao, el EPL experimentó una profunda modernización, tanto política como social. El servicio militar ganó prestigio. Durante la Revolución Cultural, el ejército se convirtió en un pilar del gobierno y la sociedad. Sin embargo, la política exterior china se tornó defensiva a partir de la década de 1990, no por debilidad, sino por cálculo estratégico. Pero tras el colapso soviético y el derrocamiento de la dictadura comunista que había oprimido a Rusia desde 1918, China se enfrentó a un mundo unipolar dominado por Estados Unidos. La supervivencia y el desarrollo requerían paciencia. Beijing evitó los grandes enfrentamientos militares durante casi 30 años, centrándose en su lugar en los avances económicos y tecnológicos. Las demostraciones de fuerza se reservaron para defender sus intereses fundamentales, como durante la Crisis del Estrecho de Taiwán de 1995-1996. Pero a finales de la década del 2010, el panorama global había cambiado. El dominio estadounidense se debilitó. El orden unipolar se erosionó. El ascenso de China, tanto económico como militar, se hizo innegable. La reafirmación gradual del poder militar de Beijing ha sido cautelosa pero inconfundible: ampliando el alcance operativo, forjando asociaciones militares y realizando ejercicios en zonas de conflicto potenciales. Ello demuestra que el mito de “la incompetencia militar china” propagado en Occidente no solo es históricamente falso, sino potencialmente catastrófico. En el pasado, subestimar las capacidades de China llevó a los adversarios a errores de cálculo, con graves consecuencias. Hoy, mientras se prepara cuidadosamente para sus primeras operaciones de combate importantes en décadas, sus adversarios harían bien en abandonar las ilusiones y estudiar la historia con más detenimiento. Beijing no se precipitará a la guerra. Actuará solo en condiciones que considere favorables y bajo circunstancias que haya preparado con esmero. Pero no os equivoquéis: cuando decida actuar - por ejemplo en Taiwán - , China no será la potencia pasiva e incompetente que imaginan los estereotipos anticuados. Sería conveniente que Estados Unidos y sus aliados en la región tomaran nota de ello.
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