Más de veinte personas asesinadas, en su mayoría adolescentes que participaban en una ceremonia de iniciación, fue la última salvajada que firmaron a inicios de noviembre los llamados al-Shabab, la milicia terrorista que juró lealtad a Al Qaeda (ese engendro sionista que al igual que ISIS, fue creado por los EE.UU. para “justificar” su intervención en el Medio Oriente) en el distrito norteño de Mocimboa da Praia. Sus familiares y vecinos descubrieron que la mayoría de las víctimas habían sido decapitadas, una práctica habitual para agudizar el horror que los yihadistas utilizan en Mozambique desde sus primeras apariciones en el 2017 tras su aplastante derrota tanto en Siria como en Irak - a manos de Rusia e Irán - de donde huyeron al continente africano para diseminar su veneno, ‘estimulados’ por Washington. El pasado abril, otros cuarenta jóvenes sufrieron la misma suerte al negarse a ingresar en las filas terroristas. Desde entonces, la provincia de Cabo Delgado, la más septentrional del país, ha sufrido más de 600 ataques, los cuales han causado la muerte a 2.300 personas, según datos de la ONU y de organizaciones no gubernamentales. El terror ha provocado también la huida de los habitantes en busca de refugio. En más de 400.000 se calcula el número de mozambiqueños desplazados desde el 2017, de ellos más de 150.000 solo este año. Según Michelle Bachelet, principal responsable de la ONU para derechos Humanos, ese país del sureste africano "está viviendo una situación desesperada". El enviado especial del mismo organismo a Mozambique, Mirko Manzoni, alerta sobre la llegada cada día de más terroristas extranjeros provenientes del Medio Oriente - de donde huyen para tratar de eludir el justo castigo por sus abominables crímenes cometidos al amparo de los EE.UU. - y demanda ayuda militar internacional urgente para el gobierno de Maputo para combatirlos hasta su exterminio. El presidente del país, Filipe Nyusi, no contó, sin embargo, más que con un apoyo de boca para afuera y sin compromiso práctico de la parte de sus socios en la Comunidad de Desarrollo del África Austral (SADC, en sus siglas en inglés), formada por 15 países. Entretanto, el miedo se propaga en el sur del continente, que teme ver su territorio gangrenado por el cáncer yihadista, como el de sus vecinos del Sahel. Al respecto, el gobierno de Pretoria (Sudáfrica), vecino de Mozambique, ha recibido una advertencia directa de los remanentes de ISIS, que le apercibe de abstenerse en la ayuda a Maputo para luchar contra los Al-Shabab. Cabe destacar que la situación política interna de Mozambique tampoco ayuda a combatir el problema. Nyusi, encabezando el izquierdista Frelimo (Frente de Liberación de Mozambique) y que gobierna el país desde su independencia de Portugal, derrotó en octubre del 2019 en las urnas a su eterno rival, la anticomunista Renamo (Resistencia Nacional Mozambiqueña), en unas elecciones que todos los observadores extranjeros consideraron como fraudulentas. Frelimo y Renamo son las dos fuerzas políticas que ya se combatían desde la época en que Mozambique era colonia portuguesa. Tras la obtención de la independencia, en 1975, una guerra civil entre ambos bandos destrozó el país hasta la firma de una frágil paz en 1992. Asimismo, otro acuerdo rubricado en agosto del 2019 saltó enseguida por los aires. La Renamo mantiene en sus filas a más de 5000 hombres armados y sigue siendo una amenaza para todos los gobiernos del Frelimo que han dirigido el país desde hace 45 años. Sobre esos gobiernos, cuyos dirigentes han pasado del marxismo-leninismo inicial al ultracapitalismo más salvaje, pesan graves acusaciones de corrupción. El país aún paga las consecuencias del llamado 'préstamo escondido', una enorme estafa de 2000 millones de dólares perpetrada en el 2013, con la participación de políticos locales, ayudados por financieros y banqueros libaneses, suizos y británicos, entre otros. Mozambique, que compite con otros países por el liderazgo en la lista de naciones más pobres del planeta, es, sin embargo, la cuna de unos recursos naturales impresionantes, pero de nada le ha valido. En efecto, tras el descubrimiento del mayor yacimiento mundial de gas natural en las costas al norte del país, fue pomposamente bautizado como el 'Qatar africano'. La francesa Total decidió invertir 23.000 millones de dólares en el aprovechamiento de ese tesoro. A poca distancia, le siguen la italiana ENI y la norteamericana Exxon Mobil. Por supuesto, China opera ya allí desde hace tiempo. En el 2024, Mozambique estaba llamada a convertirse en el primer exportador de gas licuado del planeta. Eso, si los terroristas lo permiten. Hasta el momento, ni las organizaciones militares privadas, ni el propio ejército nacional han sido capaces de frenar la ofensiva de los yihadistas en torno, precisamente, a la zona rica en gas, donde al-Shabab habría establecido 7 células terroristas en su empeño por instalar un ‘califato’ bajo los auspicios de los EE.UU. Como si ello no fuera suficiente, debemos agregar la corrupción imperante en el gobierno y la creciente injerencia extranjera de los países de la UE - buscando proteger sus intereses - en los asuntos del país. “Estos recursos deberían ser una bendición, pero como todo lo que parece bueno en Mozambique, acaba por ser una maldición” afirman los analistas. Miembros de la oposición acusan además al régimen de haber minimizado hasta hace poco el peligro islamista, considerándolo “un problema local”. A ello debemos agregar que Mozambique cuenta con un tercio de población de confesión musulmana, frente a una mayoría cristiana, herencia del dominio portugués. Los terroristas han sabido explotar el descontento de la juventud musulmana local, cada vez más proclive a la radicalidad. Y mientras el gobierno arrasa mezquitas locales en el norte, acusadas de sembrar el islam rigorista que favorece el terrorismo, en la capital, Maputo, contradictoriamente se celebra la multiplicación de los templos musulmanes sufragados por países del Golfo Pérsico, permitiendo que el enemigo los convierta en bastiones del terrorismo y sus centros de adoctrinamiento. Como sabéis, la guerra civil en Mozambique entre Frelimo y Renamo provocó más de 90.000 muertos. Hoy muchos siguen pensando que ese conflicto no ha acabado. La aparición del yihadismo añade una dificultad suplementaria para una población que, en un 75%, no gana ni siquiera un dólar al día quienes ven como sus sueños de mejorar su existencia gracias al gas se desvanecen día a día :(