TV EN VIVO

miércoles, 20 de octubre de 2021

LÍBANO: Entre el desastre y la catástrofe

Para nadie es un secreto que el Líbano es un país en crisis. Si bien milagrosamente pudo mantenerse al margen de la criminal agresión sufrida por Siria a manos de los EE.UU. y los grupos terroristas por ellos financiados (como ISIS y Al Qaeda) ahora parece que le llego el turno. Su economía se encuentra al borde del colapso y las protestas se han intensificado en las calles mientras el país se encuentra inmerso en una de las peores crisis financieras del mundo en más de un siglo. Los ciudadanos se enfrentan una severa escasez de medicamentos y gasolina, mientras que los cortes de energía amenazan con desestabilizar aún más al pequeño país del Medio Oriente. "Nadie encuentra medicinas. La gente necesita medicinas", grita un hombre desesperadamente en una protesta espontánea. En los hospitales, la situación es de desaliento y se han quedado sin los medicamentos necesarios para tratar patologías como el cáncer y las enfermedades cardíacas. Del Covid-19 ni que se diga. Su moneda, la libra libanesa, se ha derrumbado, perdiendo alrededor del 85% de su valor. Los precios de los alimentos básicos han aumentado rápidamente y los supermercados han sido escenario de peleas y rencillas entre los compradores. El Banco Mundial asegura que el país, con poco más de seis millones de habitantes, podría enfrentarse a una de las peores crisis financieras desde mediados del siglo XIX. El precio de la gasolina importada se ha disparado, y en las estaciones de servicio los carros forman largas filas de horas de duración. La escasez de combustible ha aumentado la demanda de energía, ya que muchas personas dependen de generadores privados como consecuencia de los ya regulares cortes eléctricos. En julio, las dos centrales eléctricas más grandes de Líbano (que juntas proporcionan más de 40% de la electricidad del país) cerraron por la falta de combustible y las deudas sin pagar. La frustración se ha hecho sentir en las calles. Lo que antes era duelo por la megaexplosión de hace un año que sacudió Beirut, dejando cientos de muertos y miles de heridos, ahora es una rabia contra una élite política acusada de corrupción y negligencia que no hizo lo suficiente para prevenir el desastre. Algunos están contemplando que ahora Líbano tiene todas las condiciones para ser clasificado como un 'estado fallido'. A ello debemos agregar que los principales medios de comunicación elaboran una narrativa sesgada de que las milicias del Hezbollah son los únicos responsables de los problemas que agobian al Líbano y afirman que su presencia en el gobierno de coalición “es maligna, ilegítima y amenaza la democracia y las instituciones del país”. Su posicionamiento ha originado una serie de sanciones de EE.UU. y la UE al Líbano. Occidente argumenta que si este 'grupo vinculado a Irán' - enemigo acérrimo de Israel - simplemente se apartara del poder, entonces todo sería felicidad en este país mediterráneo, ¿verdad? Pero ese no es el lado completo de la historia, ni siquiera una fracción. En efecto, la creciente crisis en Beirut, que alimenta las preocupaciones del estallido de otra sangrienta guerra civil como la que arraso el país hace décadas, no es culpa de Hezbollah o Irán, sino de las potencias occidentales e Israel, que quieren mantener al país débil, dividido y privado del gobierno de mayoría musulmana, para que sea controlado exclusivamente por la minoría cristiana - los maronitas - con quienes comparte el poder. Como dijo una vez un observador que dirige la revista en línea The Cradle, EE.UU. está "librando una guerra contra el Líbano", aunque si bien no es una guerra en términos literales en este momento, (aunque ha habido mucho de ello en la turbulenta historia del Líbano) conceptualiza y describe perfectamente la extenuante campaña de interferencia deliberada, manipulación e intromisión en los asuntos del país como un aspecto geopolítico más amplio de sus agendas 'Anti-Irán' y 'Anti-Siria'. Como sabéis, tras la derrota de los EE.UU. y sus aliados de ISIS y Al Qaeda en Siria gracias a la intervención rusa - que aplasto literalmente bajo toneladas de bombas y misiles el ilusorio califato sionista que Washington pretendía instalar en territorio sirio - la política exterior occidental se había alejado un poco de Medio Oriente, pero el mantra de destruir completamente “los países objetivo” en la búsqueda de sus intereses geopolíticos permanece, independientemente de cuál sea la voluntad de esos países. Como ocurre con todas las historias relativas a Oriente Medio, en Occidente los grandes medios de comunicación que se encuentran en manos de poderosas corporaciones judías especialistas en falsificar la historia, nos alimentan con una narrativa simplista y romantizada del 'bien contra el mal', que no explica por qué el Líbano se encuentra en una situación tan desesperada, por qué es una nación propensa a una inestabilidad y malestar tan graves. Y cómo el legado del colonialismo y un modelo político inherentemente desigual en el país, diseñado para evitar que la mayoría obtenga una parte proporcional del poder, es responsable de su ruina final. Como recordareis, el Líbano era un proyecto colonial favorito, uno imaginado por los franceses, quienes luego de dividir las antiguas tierras del derrotado Imperio Otomano con los británicos en el infame acuerdo Sykes-Picot de 1917, se esforzaron por forjar un estado cliente estratégico en el Mediterráneo oriental que consolidaría sus opciones económicas en la región. Trabajaron con Londres para trazar arbitrariamente líneas en un mapa e instalaron gobiernos títeres que luego de la “independencia” asegurarían sus intereses comerciales, prestando escasa atención a las divisiones étnicas y sectarias en las tierras que ocupaban, lo cual posteriormente genero grandes problemas y conflictos que aún persisten en la actualidad. Al establecerse el Líbano, Francia dividió a Siria con el objetivo de crear un estado artificial “adaptado” a la población de cristianos maronitas que habitaban la tierra. Pero vino con un inconveniente: que el territorio de nueva colonia incluía una población mayoritaria de musulmanes chiítas, que fueron incorporados a una estructura constitucional discriminatoria que deliberadamente dio prioridad a los cristianos maronitas y convirtió a los musulmanes en ciudadanos de segunda clase, con representación limitada en el parlamento. Esta lucha sectaria finalmente definiría al país, ya que los franceses habían creado un estado que carecía de legitimidad entre la mayoría de su población y era inherentemente inestable. Esto condujo a la guerra civil de 15 años entre 1975 y 1990, y aún puede causar otra. Desde ese conflicto, el tema geopolítico del Líbano ha sido muy consistente: ha habido un esfuerzo concertado entre los EE. UU., Francia e Israel para reprimir la influencia política de su población de mayoría chiíta y Hezbollah, (calificados de grupo terrorista), y afirmar una defensa de facto del gobierno de la minoría cristiana maronita catalogándolo como un ejemplo de "transparencia", "democracia", "defensa de la constitución" y "estado de derecho". Aunque el Imperio francés desapareció hace mucho tiempo, la inestabilidad en el Líbano sigue siendo promovido y el cambio democrático se ha visto obstaculizado por la agresión de Tel Aviv, que busca mantener al Líbano débil, dividido y subyugado militarmente para mantener el dominio sobre Irán. Israel pisotea continuamente la soberanía libanesa, invadiendo y bombardeando el pequeño estado como mejor le parezca. El comportamiento criminal de los sionistas sirve a los intereses de los políticos occidentales, que temen que un éxito de los chiítas en el Líbano equivalga a una expansión inevitable del eje político y la influencia de Teherán, así como de al Assad en Siria. No es de extrañar por ello que en la vomitiva propaganda occidental, Hezbollah sea frecuentemente etiquetado como el villano, a pesar de que el país que cogobierna está bajo un asedio efectivo por todos lados. Esta extraña perspectiva incluso describe el traer combustible iraní al país con fines humanitarios “como un crimen atroz” que aparentemente “socava su soberanía nacional” y “es malo” para Washington y sus aliados porque viola las sanciones estadounidenses de triple bloqueo contra Hezbollah, Siria e Irán. Pero con un primer ministro libanés cristiano maronita que no hace prácticamente nada para intentar resolver la escasez de energía que agobia al país, la verdadera pregunta que uno se hace es ¿por qué no tiene el poder real y por qué su control es limitado? La respuesta es porque el gobierno libanés carece de legitimidad entre grandes sectores de la población, que lo ven como una entidad colonial no deseada, impuesta por el extranjero. Toda la narrativa occidental del país está completamente distorsionada. El mundo necesita ver al Líbano como realmente es, en contraposición a la historia de fantasía que describe a los estados occidentales e Israel como enfrentando con rectitud “al terrorismo e Irán”, cuando los terroristas son precisamente ellos que buscan mantener al país aislado y en una crisis constante, buscando afanosamente que se den las condiciones para el estallido de otra guerra civil, donde intervendrían militarmente como “los salvadores” de la Nación, expulsando a Hezbollah y a los chiitas del poder, instalando un gobierno títere conformado enteramente por maronitas. El país es un legado y un símbolo de décadas de errores occidentales y aventurerismo en la región que se extiende a todas las generaciones, desde la creación de un estado colonial a partir de preferencias estratégicas, hasta la manipulación de un sistema contra la mayoría de su población, y luego aparentemente tratando de corregir esta falta de legitimidad con injerencias extranjeras, sanciones y guerras. Líbano se ha convertido esencialmente en un campo de juego de las maniobras occidentales que la está llevando al caos más absoluto :(
Creative Commons License
Esta obra está bajo una Licencia de Creative Commons.