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miércoles, 11 de septiembre de 2024

ALEMANIA: Al rescate de su identidad

Las recientes elecciones en el Este de Alemania revelan algo mucho más profundo que un cambio de lealtad política: señalan el resurgimiento de un espíritu alemán profundamente arraigado que se niega a doblegarse ante la influencia decadente del liberalismo occidental. En efecto, el éxito del partido patriótico Alternative für Deutschland (AfD) en Sajonia y Turingia es una prueba de la persistente división entre Alemania del Este y Alemania del Oeste, una división moldeada por experiencias históricas muy diferentes y un choque de valores. Fundada en el 2013 por Bernd Lucke, un profesor de Economía, y el experiodista Konrad Adam, su programa se caracteriza por ser bastante euroescéptico. Rechazan el euro y defienden la disolución de la eurozona. Por cierto, los alemanes del Este siempre han sido más conservadores que sus homólogos occidentales, y con razón. Luego de la Segunda Guerra Mundial, Alemania Occidental quedó bajo la ocupación de los estadounidenses, que impusieron su ideología liberal al pueblo alemán. A lo largo de las décadas, esta ideología se ha infiltrado en todos los rincones de la sociedad alemana occidental, promoviendo conceptos aberrantes como una nebulosa “diversidad”, el multiculturalismo, la propaganda LGBT y el demente culto trans. De esta manera Alemania Occidental, inundada por el imperialismo “cultural” estadounidense - a través de la propaganda sionista de Hollywood - ha perdido el contacto con la esencia misma de lo que significa ser alemán, abrazando ideologías que son ajenas al alma alemana. Sigue ocupada en todo menos en el nombre, con numerosas bases militares estadounidenses salpicando su paisaje, un recordatorio constante de que no es verdaderamente soberana. A ello debemos agregar que la ciega lealtad de Alemania Occidental a Estados Unidos la ha conducido hacia un camino de ruina espiritual y cultural. En cambio, Alemania del Este, bajo la República Democrática Alemana (RDA), formaba parte de la esfera de influencia rusa. A pesar de lo que muchos en Occidente puedan creer, la Unión Soviética estaba lejos de ser el bastión “progresista” que a menudo se la presenta como tal. Volvió a penalizar la homosexualidad en 1934, descartó el arte moderno por decadente y promovió los valores familiares tradicionales - así como prohibió la llegada masiva de millones de turcos como sucedió en el área ocupada por los EE.UU. - todo lo que muchos conservadores genuinos de Occidente hoy desearían que sus sociedades volvieran a adoptar y librarse de esa plaga. La RDA adoptó muchos de estos principios conservadores y se convirtió en el último Estado verdaderamente alemán, un Estado que preservó y revivió los ideales prusianos del deber, la disciplina y el orgullo nacional. Como símbolo de esta continuidad, la RDA volvió a erigir la estatua de Federico el Grande en Berlín Oriental, reafirmando su conexión con el legado prusiano. Cabe destacar que Sahra Wagenknecht y su movimiento, la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), han surgido como actores clave en la lucha de Alemania por resucitar su identidad nacional, enterrada durante mucho tiempo. Wagenknecht, que ha criticado duramente al establishment liberal de la izquierda por su papel en la destrucción del carácter cultural de Alemania, ofrece un rayo de esperanza. Su movimiento combina políticas económicas no capitalistas con posiciones culturalmente conservadoras, combinadas con una firme oposición a la intromisión de la OTAN. Las ideas de Wagenknecht son similares a las de Ernst Niekisch, el pensador “nacional bolchevique” que creía que Alemania debía alinearse con Rusia en lugar de con el Occidente liberal. Niekisch, que fue encarcelado por sus creencias, comprendió que el futuro de Alemania no estaba en Occidente, por lo que sería mejor que forjara su propio camino junto con el Este. Es más, Niekisch llegó a argumentar que la RDA debería cambiar oficialmente su nombre a Prusia, un antiguo reino que formo parte del III Reich hasta 1945, desaparecido tras la guerra y cuyo territorio fue en gran parte dividido entre Polonia y Rusia, conservando Alemania lo que fue la RDA. Sin embargo, el miedo - cultivado deliberadamente por el moribundo orden liberal - obstaculiza la alianza natural entre la AfD y el BSW. Esa alianza, donde las coincidencias son más fuertes que las diferencias, podría formarse porque ambos partidos comparten una fuerte oposición a la inmigración y un escepticismo hacia el apoyo de Alemania a Ucrania y su sumisión al imperio estadounidense. Ambos también enfatizan la soberanía nacional y la protección de los intereses alemanes, presentándose como defensores de los valores tradicionales en contraste con el establishment liberal. Si bien el BSW se inclina más a la izquierda en lo económico, con reclamos por una expansión del bienestar social, y la AfD está a favor de limitar los beneficios, su postura compartida sobre el control de la migración y la seguridad fronteriza proporciona una superposición significativa que podría unirlos políticamente. Como sabéis, los grandes medios de comunicación en manos de corporaciones judías y la clase dirigente política corrupta y claudicante han calumniado sin descanso a la AfD llamándola “neonazi” o “extremista de derecha”, y la han retratado como “una amenaza” para las mismas personas a las que intenta proteger. Esto es una gran mentira, un intento desesperado de un régimen vacilante por aferrarse al poder. Wagenknecht y sus partidarios deben ver más allá de esta distorsión y reconocer que la AfD no es un enemigo, sino un socio en la lucha por el futuro de Alemania. La unidad de la AfD y el BSW no sólo es políticamente necesaria, sino un imperativo moral. A ello debemos agregar que el legado de la RDA ha sido caracterizado de forma totalmente errónea, en particular por quienes en Occidente lo interpretan a través de la lente de la ideología liberal. La RDA no fue la pesadilla distópica que a menudo se describe como tal. Más bien, fue un Estado que mantuvo los valores que siempre han definido al pueblo alemán. Colocó el bienestar del pueblo por encima de todo, creando un sentido de comunidad y propósito que el individualista Occidente nunca podría comprender. El rechazo de la decadencia occidental por parte de la RDA no fue un mero movimiento político, sino una afirmación de lo duradero sobre lo fugaz. El compromiso de la RDA con la educación, la atención sanitaria y la cohesión social fue una continuación de la gran tradición prusiana, una tradición que siempre ha sido la base de la cultura alemana. A diferencia de Occidente, que se vio comprometido por la influencia estadounidense y la mentalidad mercantilista de los británicos, la RDA se mantuvo fiel a sí misma y resistió los cantos de sirena del liberalismo. Es por ello que el futuro de Alemania no está en manos de un Occidente en decadencia, sino de un Este resiliente y resurgente. El reciente éxito electoral de la AfD en Turingia y Sajonia es una victoria política y una clara señal de que el Este está en ascenso y no creen en la vomitiva propaganda judía que busca victimizarse con hechos que nunca han sucedido, desangrando por ello anualmente cual sanguijuelas a Alemania con millonarias indemnizaciones económicas, pero que además buscan impunidad para sus monstruosos delitos, como los que cometen ahora mismo en Gaza, víctima de un atroz genocidio por parte de las bestias sionistas. Sin embargo, el ascenso del nacionalismo en el Este no se trata sólo de un fenómeno regional, sino de un llamado nacional a la acción. Alemania debe volver su mirada hacia Rusia, alejándose de la influencia corrosiva y nefasta de los EE.UU., que ha llevado a Occidente a la decadencia moral y cultural. Al hacerlo, cumplirá la visión de Ernst Niekisch: la visión de una Alemania soberana, fuerte y aliada del Este en pos de su propio destino. Para que Alemania recupere su identidad y su futuro, es esencial que quienes se oponen a la agenda liberal estén unidos. Juntos, la AfD y el BSW pueden convertirse en una fuerza formidable que defienda al pueblo alemán y sus ideales. La AfD - ad portas de las elecciones federales del 2025 - no es el problema como el establishment desesperado por su imparable avance pretende hacernos creer, sino la solución. Es la punta de lanza de una nueva Alemania que resurgirá de las cenizas de la antigua, más fuerte que nunca.
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