Termina el 2016 y no cabe duda que el Presidente ruso Vladimir Putin ha sido el gran triunfador en el escenario internacional gracias a una intensa labor militar y diplomática, consiguiendo todo lo que se propuso este año: la liberación de Aleppo y consolidación de Bashar Al Asad en Siria; el ocaso definitivo de ISIS; el hundimiento de Ucrania; la humillación de los EE.UU. y sus aliados de la OTAN; el triunfo del 'Brexit' en el Reino Unido; el fortalecimiento de su alianza con China e Irán; el distanciamiento de Turquía con Occidente; el ascenso de los movimientos nacionalistas en Europa y la victoria de Donald Trump, jalonan su corona de laureles. Precisamente en este mes de diciembre en el cual se cumplieron 25 años del colapso y desaparición de la Unión Soviética, muchos en Occidente percibieron ello como un ‘triunfo’ del capitalismo y el consiguiente ‘final’ de la Historia, del cual Rusia (cual heredera de la URSS) nunca se iba a reponer, pero se equivocaron completamente, ya que tras el caos inicial de los primeros años, basto la llegada de Vladimir Putin al Kremlin para que en relativamente poco tiempo, diera inicio a la restauración de la grandeza imperial de Rusia y volver a ser la Gran potencia que siempre fue desde los tiempos de los zares, ante la incredulidad y estupefacción de Occidente que creía que ello no iba a ser posible. Hoy su poderoso vecino se yergue imponente frente a una debilitada Europa hundida en sus propias limitaciones e incapaz de actuar por si misma, ya que se encuentran de hecho sometidas desde 1945 a los EE.UU. convertidas en potencias de segundo orden - por no decir neocolonias - y obligadas a ser parte de organismos como la OTAN y la UE para tenerlas férreamente bajo su control. Entretanto, el presidente ruso sigue adelante en su empeño de instaurar un Nuevo Orden Mundial, con su país en la cúspide de su poder: “Millones de personas se fueron a dormir conociendo a un solo país y se despertaron en diferentes estados, transformándose en las minorías étnicas de las antiguas repúblicas soviéticas, así es como los rusos se convirtieron - al colapsar la URSS - en la nación más grande del mundo, separada por fronteras”; con tales palabras Vladimir Putin comentó la reincorporación de Crimea a Rusia por decisión libre y soberana de sus habitantes en un plebiscito en el 2014 (a la cual perteneció hasta 1954, cuando fue ‘regalada’ arbitrariamente a Ucrania por el dictador soviético de origen ucraniano Nikita Kruschev) y su actual política diseñada para contener las amenazas de la OTAN. Como sabéis, la llegada del señor Putin a la presidencia, en la caótica Rusia del año 1999, constituye un ejemplo digno de imitar. El mandatario decidió dar un cambio de rumbo y llevar a cabo la idea de gran nación, dibujada en su primer discurso: “una Rusia libre, próspera y fuerte, respetada en todo el mundo de la que los rusos se sientan orgullosos”. Así, identificó los males que asfixiaba a la Rusia de Yeltsin: El terrorismo existente en Chechenia, el saqueo impune de los oligarcas, la corrupción institucional y el caos social. Para evitar ser víctima de la anarquía, debía buscar un modelo de régimen que le permitiera acabar con todo ello y tras desechar regresar al totalitarismo comunista - al que consideró un fracaso - decidió restaurar la grandeza zarista, donde tendría a su favor el orgullo ruso y la sorpresa de Occidente. Y así lo hizo. Como nuevo ‘zar’ aplastó al terrorismo chechenio, persiguió y envió a la cárcel a los multimillonarios oligarcas que pretendían seguir con sus ilícitos negocios a costa del Estado, acabó con la corrupción y reconstruyo unas instituciones democráticas venidas a menos. Estas acertadas medidas no sólo detuvieron la caída libre de la economía, acabaron con la violencia y, lo más importante, rescataron el orgullo nacional. Entonces, Vladimir Putin se convirtió en el Salvador de la Patria, el hombre más poderoso y popular de Rusia, amado por el pueblo y las nuevas élites, a quien le debían el renacimiento ruso. Había restaurado la grandeza de su país y tocaba ahora rescatar los territorios ‘perdidos’ y sus áreas de influencia tras la disolución de la URSS. En efecto, las actuales fronteras de Rusia, son percibidas por el líder ruso como un corsé que deja fuera a 25 millones de compatriotas. Fidelizar a la diáspora bajo la idea de un retorno a la Patria, es su cometido. Por eso se convirtió en el guardián de la fe, la lengua y la cultura rusas. Llegado el momento, acude en su rescate, como hizo en Donetsk y Lugansk, al sureste de Ucrania, en 2014, tras el incruento golpe de Estado perpetrado por la CIA en ese país contra el presidente legítimo Viktor Yanukóvich, quien fue reemplazado por el traidor colaboracionista Petró Poroshenko, el cual inmediatamente envió por orden de Washington escuadrones de la muerte al este de Ucrania para masacrar y cometer un genocidio con la población rusófona, con el objetivo de allanar el camino a las tropas de la OTAN en su afán de llegar a Siberia para tratar de apoderarse de sus inmensas reservas de gas y petróleo, pero les salio mal la jugada, ya que fueron barridos por los rusos y hoy esos territorios están bajo la protección de Moscú. Ucrania es un país dividido y en ruinas ‘gracias’ a las ambiciones de los EE.UU. quienes fracasaron en su empeño y que no saben como salir de ese pantano en que ellos mismos se han metido. El fracaso de sus planes los llevo a Medio Oriente para reeditar las llamadas ‘revoluciones de colores’ conocida eufemísticamente como la ‘Primavera árabe’ con el objetivo de derrocar a aquellos regimenes considerados ‘hostiles’ a Washington y reemplazarlos por gobiernos títeres y sumisos, pero el ‘remedio’ fue peor que la enfermedad ya que surgieron en su lugar sangrientas dictaduras - como en Egipto - y ocasionaron el colapso de otros países (Afganistán, Libia, Irak) que se convirtieron en santuarios terroristas, donde surgieron grupos de mercenarios organizados por la CIA como Al Qaeda, ISIS y Al Nusra, con el objetivo de desatar el terror en Siria, para ‘justificar’ la injerencia estadounidense en la zona, pero una vez mas, el señor Putin desbarato todos sus planes y ahora se encuentran a la defensiva, presas de la desesperación porque se saben perdidos ya que el castigo por sus abominables crímenes cometidos será implacable, como debe ser. Hoy Rusia amplía su base militar en Tartús, en Siria, y demuestra el carácter incondicional de su ayuda a Bashar Al Asad. Los aviones rusos bombardearon quirúrgicamente las posiciones de los terroristas en Aleppo facilitando el avance de las fuerzas del régimen sirio, quienes liberaron la ciudad del terror sionista. Al poner sus alfiles en posición de ataque, el señor Putin ha llevado a la práctica su teoría de reordenamiento geopolítico, con la que instaurará el Nuevo Orden Mundial, en el cual EE.UU. y sus lacayos de la OTAN quedaran reducidos a la insignificancia. La llegada al poder de Donald Trump contribuirá ostensiblemente a ello ya que al ser un admirador del Vladimir Putin, tratara de restaurar las relaciones con el presidente ruso, envenenadas actualmente por aquella enloquecida camarilla enquistada en la Casa Blanca que estaba deseosa por iniciar la III Guerra Mundial, pero que afortunadamente serán echados el próximo 20 de enero, sin ver ninguno de sus sueños realizados. Con sus rápidas, oportunas y efectivas acciones tomadas para neutralizar las amenazas de Occidente, el Zar demostró por qué Rusia es una potencia, y él un líder mundial :)