EL ÁRBOL DE NAVIDAD: Su origen celta es incuestionable
Uno de los momentos más añorados por todos es cuando llega la hora de armar el árbol de Navidad y darle un clima festivo al hogar con luces de colores y adornos en cada rincón. ¿Pero cuánto sabemos del significado del árbol y cada uno de los objetos usados para su decoración? Su origen podemos encontrarlo entre los antiguos celtas, que habitaban los territorios que hoy conforman Escandinavia, para quienes el árbol era considerado un elemento sagrado. Se sabe de árboles adornados y venerados por los druidas - los sacerdotes celtas - cuyas creencias giraban en torno a la sacralización de diversos elementos y fuerzas de la naturaleza. En ella se celebraba cada 8 de diciembre el cumpleaños de Frey (dios del Sol y la fertilidad) adornando un árbol perenne, que generalmente era un roble, como ya recogía Plinio en una de sus crónicas, “nada tienen más sagrado que el muérdago y el árbol que lo porta”, de cuyas ramas recolectaban el muérdago, planta semiparásita que crece preferiblemente en las ramas de encinas, pinos y robles, de tallos siempre verdes y propiedades medicinales (bueno para combatir la arterioesclerosis o regular la tensión arterial) y que ha gozado siempre de cierta fama mística. Las propiedades mágicas del muérdago se deben a su especial manera de crecer: al tratarse de una planta rastrera y semiparásita, sus raíces no contactan con la tierra pero su ápice tampoco tiende a alejarse de ella. Cuando los druidas lo recolectaban lo hacían siempre con una hoz de oro y de un solo tajo, evitando que cayera a la tierra, ya que perdería sus propiedades. El árbol tenía el nombre de Divino Idrasil (Árbol del Universo): en cuya copa se hallaba el cielo, Asgard (la morada de los dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín), mientras que en las raíces profundas se encontraba el Helheim (reino de los muertos). Cuando el cristianismo llegó el centro y norte de Europa de la mano de una corrupta y decadente Iglesia Católica, esta decidió apropiarse de sus celebraciones ancestrales, ‘cristianizándolas’ y tomó la idea del árbol para celebrar el ‘nacimiento’ de Cristo, cambiando su significado original. A partir de entonces, el árbol representaba ‘el amor de Dios y la vida eterna, mientras que su forma simbolizó a la Santísima Trinidad’. Una leyenda interesada creada siglos después, llego a afirmar que Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, encontró en los bosques del norte de Europa un árbol sagrado que seguía siendo adorado en secreto, por lo que tomó un hacha y cortó el roble que representaba al Yggdrasil (aunque también pudo ser un árbol consagrado a Thor), y en su lugar plantó un pino, que por ser perenne, simbolizó el amor de Dios, adornándolo con manzanas y velas. Según la versión ‘oficial’, las manzanas simbolizaban el pecado original y las tentaciones, mientras que las velas representaban la luz de Jesucristo, como luz del mundo. Otra tradición dada a conocer durante la Reforma del Cristianismo, cuenta que Martín Lucero - enemigo de Roma - fue quien habría impuesto los árboles de pino para celebrar la Navidad hacia el 1.500. La historia cuenta que caminando de regreso a su casa una noche de invierno, Lucero fue sorprendido por el brillo de las estrellas entre los árboles. Quiso entonces reproducir esa escena en su hogar, y colocó un rama de árbol de pino en una habitación, y le instaló alambres en sus ramas para sostener velas encendidas. A medida que pasó el tiempo, las manzanas y las luces, se transformaron en esferas y otros adornos como los actuales, mientras que la estrella, colocada generalmente en la punta del árbol, representa la fe que debe guiar la vida del cristiano, recordando a la estrella de Belén. Asimismo, se agregó la tradición de poner regalos para los niños bajo el árbol, enviados por los Reyes Magos o Santa Claus dependiendo la leyenda de la región donde se encuentre. Esta costumbre ‘cristiana’ - para variar - también se origino entre los antiguos celtas, quienes se repartían las antorchas como augurio de un pronto verano. Si bien en un primer momento el árbol ‘convivía’ con el tradicional Belén (o pesebre de Jesús), con el tiempo la ha desplazado a tal punto que hoy es el símbolo por excelencia de estas fiestas, relegando el pesebre y sus imágenes paganas a lugares donde la tara del catolicismo es aun fuerte. Como podéis notar, el árbol de Navidad ha estado presente en nuestras sociedades desde tiempos inmemoriales y una vez más la Iglesia Católica - demostrando su total falta de originalidad - hizo suya una celebración ancestral en el cual se le adoraba y que de ‘cristiana’ no tiene nada :)