ANTARTIDA: Un viaje al fin del mundo en el que no hace falta ser científico ni explorador
En el planeta quedan pocos escenarios tan impresionantes y tan inaccesibles como la Antártida. El turismo al sexto continente ha crecido cada año, dentro de los límites que imponen el alto precio del viaje, las condiciones climáticas, la fragilidad del ecosistema, la necesaria convivencia con los proyectos científicos y estratégicos del continente blanco… y la cordura. Si bien en el 2020 debido al Coronavirus no ha podido ser visitada, en los primeros meses del 2021 se reiniciaran los viajes al continente blanco y las reservas ya están agotadas. Cabe destacar que cada vez hay más posibilidades de acercarse a visitar como simples viajeros algunos rincones de esta enorme selva blanca esculpida por la nieve, el hielo, el agua y la roca. La lejanía, su frío extremo, sus plataformas de hielo y las cordilleras, así como sus exóticas formas de vida, desafían al viajero a aprovechar su tiempo al máximo. El clima y el hielo marcan el itinerario. Actualmente, los visitantes pueden incluso escalar picos o navegar en kayak. Sin embargo, nada es comparable a las escarpadas grietas de un espectacular glaciar o a la inmensidad del casquete polar. Uno de los grandes incentivos para viajar a la Antártida es poder observar su fauna: preservada por el Tratado Antártico, este territorio acoge algunas de las especies más extraordinarias del mundo, como la foca de Weddell y el pingüino emperador, así como millones de aves marinas, con especies como el albatros y el petrel entre ellas. Otro de los atractivos antárticos es la historia (en un continente no habitado), es decir, recordar los nombres de los exploradores que se adentraron en épocas pasadas en este territorio helado - desde Cook hasta Amundsen o Scout - e imaginar lo que suponía navegar a través de bloques de hielo con un barco de madera o avanzar en trineo por la meseta polar. Pero lo que realmente lleva a los viajeros a la Antártida es la posibilidad de sentir su grandeza, de comprobar lo minúsculo que es el ser humano en un territorio inmenso, duro y tremendamente bello. Es una experiencia mágica. Contemplar cómo brilla el hielo reflejando la luz del sol en cada estación o el centelleo de un aterciopelado manto de estrellas en invierno. El hielo del mar cruje y crepita, y los icebergs se estrellan en el océano contra enormes glaciares azules mientras las ballenas emergen junto al barco. Esto es el fin del mundo (tal como lo conocemos) y, para muchos, el viaje de nuestras vidas. Entre los puntos más accesibles en determinadas épocas del año, encontraremos en primer lugar el corazón del Polo Sur, al que llegó por primera vez hace 100 años el explorador noruego Roald Amundsen durante la época heroica de las expediciones antárticas, sinónimo de leyenda, privaciones y gloria. Varias bases científicas aprovechan la vasta y espesa capa de hielo que, por sus condiciones de altura, sequedad y frío, son ideales para las investigaciones astronómicas y físicas. Entre ellas está la base Amundsen-Scott, a la que se llega tras sobrevolar espectaculares glaciares y los campos de hielo más desérticos del mundo; De otro lado, en la parte más accesible del continente se encuentra la península antártica, que es el brazo de territorio que se extiende en dirección norte hacia la Tierra del Fuego y su zona más cálida, habitada por aves marinas, focas y pingüinos. Con sus empinados picos cubiertos de nieve que se hunden directamente en el mar, estrechos canales flanqueados por icebergs e innumerables islas ofrece algunos de los parajes antárticos más impresionantes; No podríamos dejar de visitar el Océano Antártico - ubicado en extremo sur de los océanos Atlántico, Índico y Pacífico - cuyas agitadas aguas rodean el continente helado, al que aíslan biológica y climáticamente. Los primeros exploradores y cazadores de focas se toparon con las islas de este océano antes de encontrar la Terra Australis Incognita. Hoy los viajeros pueden visitar las rocosas orillas de las Malvinas y Georgia del Sur, ricas en fauna e historia. Navegar por estas aguas y visitar estos archipiélagos invita a recrear los míticos viajes de los primeros aventureros; Por ultimo, para no hacer muy larga la nota, vale la pena mencionar la Barrera de Hielo de Ross, ubicado en el Mar de Ross, una impresionante barrera helada que se alza en el mar de Ross suponía una intimidante advertencia para muchos exploradores antárticos. Aunque su parte frente al mar es la más fina, de apenas 100 metros de espesor, tierra adentro, donde se encuentran los glaciares, el grosor alcanza los 1.000 metros. Aunque es difícil de creer, toda la barrera flota. Como podéis imaginar, hay mucho más que ver en el continente helado asombrarnos de una de las maravillas que nos ofrece la naturaleza :)